13.11.18

El papel de la mujer en el arte

Por Laura Prieto Fernández
Cuando a menudo pensamos en el papel que ha ocupado la figura femenina dentro del mundo del arte éste queda restringido a aspectos muy pasivos: musas, modelos… Lo cierto es que a lo largo de la historia muchas mujeres desarrollaron importantes actividades dentro de las artes plásticas, pero desafortunadamente éstas quedaron relegadas en pro de los grandes artistas masculinos. Hoy sabemos que algunas de las obras atribuidas a pintores o escultores varones fueron en realidad hechas por mujeres lo cual demuestra que, pese a todo, no hay una gran diferencia entre el arte realizado por unos u otros.
Lo cierto y por sorprendente que pueda parecer es que para hablar de la primera manifestación artística realizada por una mujer debemos retroceder hasta la Edad Media, concretamente hasta el siglo X. Allí aparece por primera vez un libro miniado realizado conjuntamente por una monja y un monje; el hecho en sí no debería sorprendernos si pensamos que hasta la reforma benedictina los centros monásticos femeninos tuvieron una gran repercusión y monjas o abadesas fueron figuras de gran poder.
Con la llegada del siglo XIV los artistas comienzan a reivindicar ciertos privilegios para una profesión que ellos consideran liberal –las profesiones liberales eran aquellas asociadas al conocimiento intelectual y no a la realización mecánica o manual-, adquieren mayor protagonismo los comitentes, los mecenas y el sistema gremial siendo indispensable el estudio del desnudo anatómico para llegar a ser un maestro. El acceso a este sistema resulta imposible para las mujeres; si en esta época alguna de ellas logra formarse en las artes plásticas –algunos ejemplos pudieran ser Lavinia Fontana o Artemisia Gentilesch- es por su vinculación con algún taller familiar quizás de su esposo o padre, de otro modo resultaba imposible.
En la época romanticista el papel de la mujer comenzó a tener cierto protagonismo, entre las clases adineradas se hacía indispensable el estudio de las artes plásticas por lo que un buen número de mujeres se dedicó a la docencia. Con todo el papel femenino seguía discriminado ante los varones, ellas apenas pudieron acceder a la formación oficial que ofrecían las Academias y en los escasos casos en los que sí lo hacían tenían vetadas las asignaturas de estudio al natural. En consecuencia, una vez más, no pudieron desarrollar aquellos formatos más prestigiosos como la pintura de historia, por ejemplo, y su presencia en los Salones oficiales o grandes premios fue prácticamente inexistente.
Durante el XIX las perspectivas mejoran para el género femenino, algunos artistas más aperturistas como el propio Monet o Manet aceptan de buen grado a las féminas entre sus pupilos, así figuras como Berthe Morisot comienzan a adquirir un buen número de reconocimientos.
En pleno siglo XX la modernidad de las vanguardias otorgó a la situación de los/as artistas un equilibrio aparente; con todo el mundo del arte seguía estando regido por hombres –ellos eran los artistas más valorados social y económicamente, los críticos más afamados y los jurados más importantes…- no fue hasta la década de los sesenta cuando los movimientos feministas cobraron realmente fuerza y comenzaron a defender el papel de la mujer en el campo artístico.