De acuerdo con los cálculos
del Banco Mundial, en
el mundo hay 132 millones de niñas con edades entre los 6 años y los 17 años,
de las cuales el 75% son adolescentes y aún no asisten a un colegio.
Un estudio del multilateral
reveló además que el 89% de las niñas en el mundo apenas logran terminar los
estudios de primaria y apenas el 77% pueden concluir los primeros años del
bachillerato, “lo que en muchos países suma 9 años de colegio”.
Y aún más grave, el Banco
Mundial advirtió que, en
países de bajos ingresos, la cifra cae a apenas 2 de cada 3 niñas con estudios
de básica primaria y solo 1 de cada 3 logra completar la secundaria básica.
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El resultado es que el mundo pierde entre US$15 billones y US$30
billones por toda una vida de improductividad a la que son obligadas esas
mujeres que crecieron sin educación,
advierte el mismo estudio del Banco Mundial.
Fuente: Banco Mundial
Además de generar una mayor productividad que
redundará en mayor crecimiento económico y generación de empleos para cada
país, el multilateral destaca que “las mujeres con educación secundaria están
más capacitadas para tomar decisiones en sus hogares, incluso las relativas a
la atención de su propia salud”.
Es menos probable que las
mujeres con adecuada educación sufran de violencia de pareja e incluso tienen
mayor bienestar psicológico.
Los
hijos de esta generación de mujeres con acceso a la educación también son
beneficiados pues es menos probable que sufran de desnutrición u otras
enfermedades, a la vez que contarán con mayores oportunidades para asistir al
colegio.
Todo esto sin contar con los beneficios que trae la disminución en los
matrimonios infantiles y embarazos adolescentes.
El documento del Banco
Mundial también destaca 6 causas de deserción o ausencia escolar en las niñas:
La primera es que, en especial en áreas rurales, la baja calidad de la
educación no compensa las pérdidas de ingresos de
las familias por el tiempo en que sus hijas no están estudiando, así como los
costos de uniformes, transporte y demás dotación escolar aunque los colegios
estatales sean gratuitos.
En segundo lugar está la
condición de algunos países de presentar un exámen para continuar a la
educación secundaria. Cuando las niñas de zonas rurales o urbanas de muy bajos
recursos fallan en estos exámenes, sus padres inician la presión para que, en
lugar de seguir buscando educación, encuentren un esposo que se haga cargo de
ellas.
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En esa misma línea está el matrimonio infantil. En los países en los que se da dicho fenómeno, los esposos de estas niñas o adolescentes no están interesados en que ellas estudien pues dejarían de atender el hogar o porque no tienen cómo costearles a su parejas la educación.
En cuarto lugar está la falta
de centros educativos para secundaria en las zonas más alejadas de la ciudad,
que obligan a que los padres deban decidir si envían a sus hijas a casa de
algún pariente o conocido, lo que significa que perderán el control sobre su
comportamiento y además los gastos del
hogar se incrementarán.
Las
niñas en el campo también están sometidas a las condiciones de ser la hija
mayor de su hogar, cuando se da el caso. Ellas deben ayudar a sus mamás en las
tareas diarias, además de cuidar a sus hermanos menores.
Por último, es posible que la
falta de educación de los padres en algún caso resulte en que estos no envían a
sus hijas al colegio al no verlo importante o las envían demasiado tarde y, en
algunos casos, los mismos profesores del colegio se niegan a admitirlas pues su
edad es mayor a la que en promedio tendrían sus compañeros de primaria.
“Si los líderes mundiales se
comprometen a construir un mundo mejor, deben comenzar por invertir en la
educación secundaria de las niñas”, advirtió Malala Yousafzai en la presentación
de este estudio.